1 de marzo de 2006

Empecemos...

“Se piensa con los otros”, le escuché decir a Lucía.


Empecemos por una definición. Sírvanos la referencia al diccionario de la Real Academia Española[1], que admite las siguientes acepciones que nos interesan para la palabra tensión: estado de un cuerpo sometido a la acción de fuerzas opuestas que lo atraen; estado de oposición u hostilidad latente entre personas o grupos humanos, como naciones, clases, razas, etcétera; estado anímico de excitación, impaciencia, esfuerzo o exaltación…

Hay un si es no es fisicalista sobrevolando estas definiciones. Pero rescatemos algunos elementos que aparecen con bastante fuerza en ellas. Primero, la idea de oposición, enfrentamiento, contrariedad como estado y resultado de la acción. Segundo, la identificación de los cuerpos como soportes fundamentales para la acción, y de las personas es decir, de los seres humanos, individuales y colectivos, más o menos capaces de accionar en algún sentido— como sujetos, protagonistas de esa acción. Tercero, y casi como consecuencia, un estado cargado de energía, de fuerza. Quizás, la potencia resultante de la reproducción de la acción por sí misma como único medio posible.

¿Cuál es, entonces, el sentido de adoptar la palabra TENSIONES como denominación y distinción?

Un conjunto de signos, de letras, de palabras, de oraciones es diferente y no agota la construcción de sentidos, así como el todo es algo distinto y superior a la suma, al mero amontonamiento de las partes. Que sean los signos, y la complejidad y la belleza que nacen de sus combinaciones, nuestro cuerpo, soporte material fundamental, para una acción. Para la oposición hostil, violenta, como también para la atracción, la seducción de otros cuerpos, de otros signos, de otras complejidades, en la construcción de unos sentidos fuertes, graves, potentes.

Solo puede realizarse y reproducirse una acción con fuerza, gravedad y potencia trascendentes en la trascendencia de los elementos simples: la búsqueda de un estado de excitación, impaciencia, esfuerzo o exaltación superior que se deriva de la acción conjunta con los otros, colectiva, dotada por naturaleza de una híper-naturaleza, la del ser en conjunto. Sean, entonces, los signos, las palabras, los textos, el cuerpo de nuestra común ilación en la construcción de sentidos. En construirnos a nosotros mismos con sentido.

¿No es posible? Quizás. Pero no por eso hemos de renunciar a la empresa, ni a nuestro deseo.

A esa construcción compleja, difícil, violenta, tal vez imposible, apuntamos.


[1] Real Academia Española. Diccionario de la lengua española. 22º Edición, 2001. (http://www.rae.es/).

1 comentario:

Anónimo dijo...

Entiendo este primer texto editado como una invitación a pensarnos a nosotros mismos.
Celebro la creación del espacio.
Abrazados en nuestras contradicciones, busquemos pues, el equilibrio interno entre amor y odio que nos haga mas sensibles e inteligentes.